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miércoles, 24 de diciembre de 2014

“¿Cómo te amo? Voy a contar las maneras”. ELIZABETH BARRET BROWNING.





 
Estas dos frases llamaron la atención tanto a John que decidió visitarme, junto con Yoko. Ella fue la que me comentó que se sentían los Robert y Elizabeth Browning del rock. Robert y yo nos habíamos inspirados mutuamente. Y John decidió que de mis poemas a Robert podría componer las más bonita canción de amor para Yoko.
Vinieron a verme a Florencia, lo cual me sorprendió mucho, pero…. así es la vida, la vida está hecha de pequeños momentos que te van sorprendiendo. Querían que les contase mi historia. Supongo que ya la conocían pero me apetecía contarles mi historia de amor, cosas de viejas.
Así que me senté en mi Piazzale Donatello en Florencia y, mirando hacia el Arno, empecé a recordar cómo conocí a Robert. Esa ensoñación me llevó al principio y decidí contarles la historia al completo, para que así lo entendieran todo.

El abuelo Edward Barret tenía plantaciones en Jamaica, en la Colina de la Canela, Cinnamon Hill. Vivían muy acomodadamente allí pero el abuelo decidió educar a los nietos en Inglaterra. Así que papá, Edward, el mayor de los nietos, se educó en Harrow y Trinity College en Cambridge. Cuando estudiaba en Cambridge conoció a mamá, Mary. Ella era la hija mayor de un comerciante muy rico de Newcastle, amigo de la familia. Tuvieron que luchar con la oposición de la sociedad del momento y el círculo de amigos de las familias ya que mamá era mucho más mayor que papá (siete años había de diferencia entre ambos). Pero papá estaba acostumbrado a salirse con la suya. En su disculpa diré que estaba acostumbrado a manejar dinero desde muy joven y era natural en él ejercitar su poder. Yo creo que papá pensaba que era su obligación mandar, algo así como un mandato divino. Mamá era muy femenina, creo que demasiado incluso, y no suavizó el carácter estricto de papá. Tampoco creo que tuviese mucho tiempo para dedicarse al carácter de papá teniendo doce hijos en diecinueve años. Cuando se casaron, se fueron a una propiedad que tenía mi abuelo, por parte de madre, en el condado de Durhan. Y nací yo.
Nací el 6 de marzo de 1806. Fui la primogénita, el juguete de la familia, y todos alababan mi carácter gracioso y divertido. Creo que el que más me quería era mi tío Samuel Barret, pero falleció pronto. Eso sí, me dejó en herencia unas inversiones que luego serían mi garantía de independencia, pero eso ocurrió después, cuando tuve que huir de casa.

Cuando tenía cuatro años nos trasladamos a los alrededores de Lendbury, al oeste de Inglaterra. Y allí viviríamos durante unos veinte años. Allí nacieron mis hermanos y yo empecé a dedicarme a la lectura y a mi producción de poemas y pequeñas obras de teatro que luego representábamos todos mis hermanos. En la casa de Lendbury conocí a Pope, Byron y Coleridge, a los autores griegos y los leía como si fuese una estudiante de Oxford en la Biblioteca Bodleiana. Aquella casa era mi paraíso particular, con sus jardines y bosques, que me sorprendían con los cambios de estación. Aún recuerdo cuando se produjo una gran tormenta y vi como un rayo desgajaba un árbol frente a mi ventana y le despojaba de la corteza, que salió volando lanzada por el aire. El árbol quedó desnudo, mostrando un tronco pelado, sonrosado, sobre el que la cicatriz del rayo destacaba de forma casi sobrenatural, como un indicio de una muerte segura.
Me gustaba mucho la poesía y disfrutaba con ella. Recuerdo haber escrito con ocho años el poema “Aníbal atravesando los Alpes” que decía
“Down the steep hills fell Elephants and Men,
Into vast Gulphs or solitary den
Where horrifid fiends were gathering far and near….”

(“De escarpadas laderas soldados y elefantes / cayeron a las aguas o a solitarias cuevas / donde por todas partes surgían horribles enemigos…”)

Recuerdo encargarle a mamá que me hiciera copias de los poemas para venderlos después entre amigos y familiares. Llevaba la contabilidad de mis “ventas”  y más de una vez le tuve que recordar a mamá que me debía algunos chelines. De mi poema épico “La batalla de Maratón” papá encargó cincuenta ejemplares. Ya tenía clara mi ambición literaria. La literatura era para mí la estrella que iluminaría mi vida, mi sello, mi impronta y estaba decidida a alcanzar la fama literaria.

Pero cuando más feliz era, ya con catorce años, una mañana, decidí ensillar mi caballo y me caí hacia atrás con la silla encima. Y me hice daño. Empezaron los dolores de cabeza, que podían durar hasta siete semanas, luego el dolor iba viajando por mi cuerpo hasta alojarse en mi lado derecho. Era insoportable y los ataques de dolor podían durar de quince minutos a una hora entera. Con esta caída y sus horribles consecuencias se acabaron mis juegos por el bosque y mis salidas a caballo. Llegué incluso a tomar opio para mitigar el dolor y me refugié en la literatura.
Seguí estudiando griego, latín, hebreo, italiano, español y alemán. Me distraía traduciendo e incluso intenté hacer poemas en italiano. Me atraía la libertad de Italia, las luchas por la libertad en España y me preocupaba por la esclavizada Grecia. Celebré mis diecinueve años publicando en la prensa, cosa algo inusual para la época. Y así empecé a colaborar con revistas literarias.
Pero, cuando tenía veintiún años, mamá falleció y volví a recaer en mi enfermedad. Además papá empezó a tener problemas con las plantaciones de Jamaica: tuvimos muchas pérdidas y con la abolición del tráfico de esclavos la situación se hizo insostenible hasta la rebelión de febrero de 1832, cuando muchas plantaciones quedaron destruidas por el fuego. Aunque las nuestras no fueron quemadas sí empezamos a tener problemas para mantenerlas. 

Papá decidió desprenderse de mi paraíso en Herefordshire, vendió la casa de Hope End, y nos fuimos a Devonshire. Allí, en Sidmouth, traduje el Prometeo encadenado de Esquilo y publiqué más poemas. 

Pero a finales del verano de 1835 papá decidió que nos fuésemos a Londres, a la zona de Gloucester Square. ¡Qué mal lo pasé con este último cambio! Toda la ciudad parecía estar envuelta en frío, niebla y oscuridad. Tampoco me sentía mucho mejor en Londres y me refugiaba en mi reposo. Ya todos me consideraban una inválida. Hui de la realidad y me instalé en mi literatura. Así que, a finales de mayo de 1838, publiqué The Seraphim and Other Poems en un momento bastante oportuno para el panorama literario de entonces. Shelley, Keats, Byron y Coleridge habían desaparecido, ¡qué grandes poetas románticos! ¡Ya tenía yo un nombre en el mundo literario de Londres! Mi sueño de tener fama literaria se estaba haciendo realidad.

Pero entonces papá decidió que nos mudásemos a Wimpole Street, a la casa más lúgubre que creo podría haber encontrado. Mi salud volvió a empeorar, tanto que creyeron que padecía tuberculosis. Los médicos querían que me fuese al sur de Europa; papá, por supuesto, se negó tajantemente. Mis hermanos mediaron y al final me enviaron a Devon, en el suroeste de Inglaterra, donde pasé los tres años más tristes de toda mi existencia. En esos años murieron personas muy allegadas a mí: primero,  mi tío Samuel, al que quería profundamente, y cuya muerte me dolió en extremo. Después también falleció mi médico de Torquay y, posteriormente, se iría mi hermano Sam. Y si todo esto no fuese suficiente, mi hermano favorito, Edward, que estaba conmigo en Devon, en contra de la opinión de papá que quería que trabajase con él en Londres, también desapareció un día que había salido a navegar. Edward estaba conmigo porque yo había exigido que así fuese. No podía evitar sentirme responsable de su muerte, aunque nadie me culpó de ella.
Me hubiera vuelto loca si no me hubiese refugiado en mi carrera literaria. Así que regresé a la triste Londres y me encerré en mi habitación, mi jaula dorada, a la que sólo podían acceder familiares y muy pocos amigos. Seguí trabajando en la lengua griega escribiendo artículos sobre los primitivos Padres Griegos de la Iglesia, sobre autores ingleses y publicando poemas. 
Y así fue como Robert entró en mi vida.
Le gustó mucho mi poemario Poems, que se publicó en agosto de 1844. Yo sabía de él por su producción literaria y le mencioné en el poema “La corte de Lady Geraldine”. Esto debió gustarle mucho porque en enero del año siguiente recibí una carta suya que me trastornó. Llegaba a decirme amaba mi poesía y a mí. No podía creer que alguien de su valía me dedicara esas palabras.
My letters! all dead paper, mute and white!
And yet they seem alive and quivering
Against my tremolous hands which loose the string
And let them drop down on my knee tonight.

This said, -he wished to have me in his sight
Once, as a friend: this fixed a day in spring
To come and touch my hand… a simple thing.
Yet I wept for it! – this, … the paper’s light…

Said, Dear, i love thee; and I sank and quailed
As if God’s future thundered on my past.
This said, I am thine –and so its ink has paled.
  
Whith lying at my heart that beat too fast.
And this… O love, thy words have ill availed
If, what this said, I dared repeat at last!

(¡Mis cartas! ¿Papel muerto, tan silencioso y blanco! / Parecen, sin embargo, vivas y temblorosas / entre mis manos trémulas que desatan la cinta / y las dejan caer sobre mi falda esta noche. / En ésta me decía que deseaba verme / una vez, como amiga; ésta acordaba fecha / para tocar mi mano en primavera. ¡Simple deseo / que provocó mis lágrimas! Este papel ligero decía: / Querida yo te amo; me estremecí humillada / cual si oyera el futuro de Dios tronando en mi pasado. / Soy tuyo, dice otra, con tinta ya borrosa / tras pasar tanto tiempo estrechada a mi pecho. / Ésta dice…. ¡Amor mío, profanaría tu carta / si osara repetir lo que dijiste en ésta!)

Empezamos a escribirnos, casi diariamente. Yoko y John me comentaron que nuestra correspondencia fue publicada diez años después de la pérdida de Robert, y que luego se reflejó en una película que, según ellos, no nos hacía mucha justicia (The Barrets of Wimpole Street), pero que narraba nuestra fantástica historia.
Y así empezó nuestra historia de amor. Robert insistía en conocernos personalmente. Yo esquivaba sus peticiones pidiendo más tiempo. Tenía miedo de defraudarle cuando me conociese personalmente. Y ese miedo se reflejó en mis sonetos.
What can I give thee back, O liberal,
And princely giver, who hast brought the gold
And purple of thine heart, unstained, untold,
And laid them on the outside of the wall.

For such as I to take or leave withal,
In unexpected largesse? am I cold,
Ungrateful, that for these most manifold
High gifts, I render nothing back at all?

Not so; not cold, -buy very por instead. (…)

(¿Qué podré yo ofrecerte a cambio, generoso, / principesco dador, que has traído la púrpura / y el oro de tu limpio inmenso corazón / y lo has extendido a lo largo del muro/ para que yo esta dádiva inesperada pueda/hacer mía si quiero? ¿No soy agradecida, / soy fría, acaso, puesto que por estos espléndidos / y magníficos dones no te devuelvo nada?)
Cuando ya no me quedaban argumentos para dilatar el encuentro, nos conocimos. Era el 20 de mayo de 1845. Lo que pasó en aquella primera cita siempre quedará grabado en mi memoria, pero nunca lo haré público. Pero sólo diré que Robert fue autorizado a visitarme tres veces en semana y a escribirme. Y así seguimos meses y meses.

Papá nunca se dio cuenta del amor que surgía entre nosotros. Si se hubiese dado cuenta hubiera cortado el contacto inmediatamente porque él se habría opuesto en el acto. De todas formas yo sabía que contaba con la herencia de mi tío Samuel y de mi abuela materna. Planeamos casarnos en secreto y fugarnos juntos. Huir de la oscuridad de la casa de papá. De esta época son los sonetos que luego publicaría como Sonnets from the Portugese (Los sonetos de la dama portuguesa).
Indeed this very love which is my boast,
And which, when rising up from best to brow,
Doth crown me with a ruby large enow
To draw men’s eyes and prove the inner cost.

(Ciertamente, este amor, este amor que es mi orgullo / me corona, al subir desde el pecho a la frente, / con un rubí brillante de espléndido tamaño / que trae las miradas mostrando valor hondo).


Yo guardé el manuscrito en secreto durante años. John y Yoko se sorprendieron al saber que mantuve en secreto mi poemario. Mis poemas eran muy íntimos para mí y se los oculté a Robert puesto que imaginaba el escándalo que le supondría su publicación. Era demasiado íntimo y personal, ya que reflejaba la evolución de nuestro amor y por eso nunca quise publicarlo.
Pero cuando falleció la madre de Robert, a la que estaba muy unido, él se entristeció mucho. Me volví fuerte y llena de energía, dispuesta a apoyarle y darle ánimos para que superara ese golpe que le había dado la vida. Y un día me acerqué a donde estaba sentado y le di el manuscrito con los poemas que había compuesto sobre él.
How do I love thee? Let me count the ways.
I love thee do the depth and breadth and height
My soul can reach, when feeling out of sight
Fort he ends of Being and ideal Grace.
I love thee to the level of everiday’s
Most quiet need, by sun and candle-light.
I love thee freely, as men strive for Right;
I love thee purely, as they turn form Praise.

I love thee with the passion put to use
In my old griefs, and with my childhood’s faith.
I love thee witha  love I seemed to lose.

With my lost saints, -I love thee with the breath.
Smiles, tears, of all my life! – and, if God choose,
I shall but love thee better after death.

(¿De qué modo te quiero? Déjame que lo cuente. / Te quiero con la hondura, con la anchura y la altura / a que llega mi alma, cuando a tientas rastrea / la infinitud del ser y la suprema gracia. / De igual modo te quiero que las tareas diarias / con su ritmo tranquilo en el día y la noche. / Con libertad, lo mismo que se ama a la Justicia; / en puridad, como alguien que huye de las lisonjas. / Te amo con la pasión que puse en otro tiempo / en mis penas pasadas; y con mi fe de niña. / Te amo con el Amor que parecí perder / con mis santos; te quiero con las risas, las lágrimas / y alientos de mi vida. Y si Dios lo quisiere / no dejaré de amarte mejor después de muerta. )


Robert insistió en que los publicásemos. Yo dudaba y no entendía por qué Robert quería publicar un poemario tan íntimo. Finalmente decidimos llamar al poemario “Los sonetos de la dama portuguesa” (Sonnets from the Portuguese). Y así me conocieron John y Yoko: en una de las incontables reediciones que llegó a sus manos y se identificaron con nuestra historia. Fallecí en los brazos de mi amado en junio de 1861 y él me enterró en el cementerio protestante de Florencia.

Beloved, thou has brought me many flowers
Plucked in the garden, all the summer through
And Winter, and it seemed as if they grew
In this close room, nor missed, the sun and showers.

So, in the like name of that love of ours,
Take back these thoughts which here unfolded too.
And which on warm and cold days I withdrew
From my heart’s ground. Indeed, those beds and bowers

Be overgrown with bitter wees and rue.
And wait thy weeding; yet here’s eglantine.
Here’s ivy! –take them, as I used to do

Thy flowers, and leep them where they shall not pine.
Instruct thine eyes to keep their colours true,
And tell thy soul their roots are left in mine.

(Muchas veces, Amado, me has regalado flores / de tu jardín, cortadas en invierno y verano, / y parecían crecer en esta oscura sala / cual si no recordasen los soles y las lluvias. / Así pues, en el nombre también de este amor nuestro, / los pensamientos míos te ofrezco como un ramo / que fui espigando en días ya cálidos, ya fríos, / de mi pecho en el huerto. Cierto que en mis arriates / hay muchas malas hierbas y se extiende la ruda, / y debieras limpiarlos; pero ¡eglantinas tengo / y yedra! Acógelas, como hice con tus flores, / y manténlas en sitio donde no se marchiten. / guarden tus ojos vivos sus colores, y tu alma / recuerde que en la mía su raíz permanece. )
  


Veo como cae la tarde en la Piazzale Donatello en Florencia y el Cimitero degli Inglesi está cerrando sus puertas. Una pareja sale abrazada. Se han pasado la tarde sentados al lado de mi tumba y les he contado nuestra historia, Robert, una vez más he repasado todos los bellos momentos que nos hemos regalado y que ahora vuelven a la vida cuando alguien lee mis poemas, esos que te escribí cuando me empezaste a amar. 

viernes, 14 de noviembre de 2014

« Valido la inscripción de este blog al servicio Paperblog bajo el seudónimo bellatrix ».

lunes, 13 de octubre de 2014

Octubre 2014. IV Marcha Cueva del Gato.


Todos los que han vivido los 101 kms de Ronda dicen que Ronda tiene algo especial, algo que se te mete muy adentro y que ya no puedes olvidar.
Este año conseguí terminar Ronda en mi segundo intento. El año anterior abandoné en el cuartel por falta de confianza en mi misma y lloré ríos de lágrimas.
Nunca olvidaré el momento de la edición del 2014 en que iba a salir del cuartel y ví a una chica que me miraba fijamente. Me preguntó si yo era Estrella y se me presentó como la hermana de Pascual, cuñada de Azucena. Con ese pedigrí enderecé mis orejas y le presté toda mi atención. Me dijo que se había quedado sola, que sus compañeras habían abandonado y que le daba miedo seguir sola de noche. No me lo pensé un momento. Miré a mis compañeros, mi maestro Rafa Iza, y mi hermano pequeño, el susmurai niñoManu, y nos la llevamos con nosotros. Con Julia compartí los últimos kilómetros. Los más duros, los de la noche, los del cansancio. Con ella llegué a Montejaque para comprobar que Paco Muñoz estaba listo de papeles (aunque luego resurgió de sus cenizas cual ave fénix) y formamos un batallón de personas dispuestas a afrontar el tramo final de la Madre de Todas las Batallas.
Con Julia subimos una cuesta del cachondeo (de Los Molinos para hablar con propiedad) que le costó lágrimas porque ya iba que no podía. Le dábamos el agua que nos quedaba para ayudarle a terminar.
Con Julia hice mis primeros 101 kilómetros.

Quién me iba a mí a decir que iba a coincidir con ella en la Cueva del Gato y que iba a tener un papel protagonista en la consecución de mi objetivo.



Llegué a Ronda el viernes, pasé por Benaoján para recoger mi dorsal y me quité de en medio, porque como me quedase mucho me liaba entre el personal de A toda pastilla y los del Anyera Ceuta, que luego se juntaron y eso es una mezcla explosiva que a mí me iba a dejar lista de papeles, jejejejeje.

A la mañana siguiente, madrugón estupendo y a disfrutar de la amanecida en Benaoján. 


Momento estupendo de saludar a amigos reales y virtuales, compartir desayuno con un pareja de cracks y a esperar al cohete que anunciase la salida. 

Ya estaban los de A toda Pastilla animando el cotarro y los del Anyera Ceuta con ganas de pateo, los hermanos Susmurais que son para comérselos todos a bocaos (ese Ranea como mola se merece una ola oeeeeee)….., 


saludo a mi pretoriano más refunfuñón, Javi y su estupenda Arancha que se come los kilómetros y en cuestas como yo las ensaladas de mi régimen, con mucha “jambre”, y todos los locos del ultrafondo que dedicamos un maravilloso fin de semana de cuatro días a sufrir por la Serranía de Ronda.
Benaoján entero volcado en la prueba. Todo amabilidad, todo facilitar las cosas y ayudar a los despistados que no sabíamos dónde dejar el coche.

Y llega la salida. Llevo los deberes hechos: alimentación cuidada, avituallamiento alternativo en mochila para paliar las bajonas, agua y dinero por si hay que salir de la prueba y tener que volverse por algún medio….. y muchas ganas y mucha fuerza…. El Reiki de las niñas de las colinas, su energía, la mía, la de mi 50%, la de mis hijos que quieren que la termine y bien y todos los consejos de mis hermanos Pretorianos en la mochila….. ya sabemos eso de que salimos con la mochila llena de muchas cositas……



Y empiezan esos primeros 15 kilómetros de subida….. sin parar…. sin un descanso….. y al coronar llega la primera pájara. Me echo a un lado e intento recuperar las pulsaciones. Si siguen aumentando me pondré a echar fuera todo el desayuno así que disfruto del paisaje. 



Paco Muñoz se da cuenta y baja el ritmo para esperar a que yo me recomponga. Tras un par de minutos, no quería enfriarme, retomo el ritmo.
Llegan entonces los siguientes 15 kilómetros, más suaves, más manejables. Alterno el correr y el andar y voy comiendo y bebiendo bien. Me encuentro bien. Pero cuando estoy llegando al kilómetro 26 me viene otra pájara. 

Me había separado de Paco Muñoz porque andaba con los pies regular y ya le conozco yo sus bajonas jejejejeje. Se pone malísimo de la muerte, se concentra en sí mismo, descansa un poco, y resurge y le oyes llegar con paso firme a la voz de “Olivares, cómo vamos?”. 

Así que alrededor del 26 echo todo fuera y me quedo vacía y limpia como una patena. Dejo que se me recomponga el estómago y vuelvo a comer y a beber. Parece que el estómago se va asentando de nuevo y reinicio la marcha.

Sigo dentro del objetivo de llegar a Benaoján con luz natural, pero ya sé que llegar a las 5 de la tarde (objetivo inicial) iba a ser algo difícil de conseguir. Pero sigo caminando. Llego a Jimera, paso por el avituallamiento 6 y me coge el grupo de Julia. Ella va con dos chicas más que van como una moto. Veo que es mi paso normal de caminata y me engancho con ellas. Vamos bien y empiezo una nueva subida…. pero de nuevo el estómago me juego mala pasada y me siento desfallecer. Las dejo pasar y me echo a un lado para no molestar.
Julia entonces se da cuenta que me he quedado atrás y vuelve sobre sus pasos. Me ve apoyada en una roca y bastante mareada. De nuevo noto que el hierro se ha debido de quedar en Jimera porque conmigo no estaba, estaba muy mareada. Julia se da cuenta que no ando bien y se ofrece a acompañarme. Para que no se enfríe le digo que vaya por delante y el color brillante de su camiseta me sirve de guía y vuelvo a recomponerme. Y ya no me deja hasta llegar a meta. Ella ya había hecho esta marcha el año pasado y me comenta lo contenta que va porque se encuentra bien y va a bajar su marca previa en dos horas por lo menos. Yo me alegro mucho y ya pienso qué cosas tiene esto del ultrafondo: unas veces ayudas tú y otras recibes ayuda.
En uno de los repechos aparece el Ave Fénix, er Muñoz, que a la voz de “Olivares, cómo estamos?” lleva una zancada que parece que no había padecido nada. Este niño y sus resurrecciones!!! Ya se lo había comentado antes a Julia al decirme ella que le había visto sentado y con mala cara: “Cuando menos te lo esperes, le verás que nos pasa como una locomotora”. Le digo ar Muñoz que tire, que yo le voy a frenar, porque ahora la que va lista de papeles soy yo. Y pasa como una exhalación.
Julia marca un ritmito cientounero que me resulta cómodo y así afrontamos juntas las últimas subidas hasta llegar a la Cueva del Gato. Cuando ve que me vuelvo a asfixiar baja el ritmo o paramos un poquito. Pero enseguida retomamos ritmito cientounero vamos que nos vamos.
Así llegamos a la Cueva del Gato, paraje espectacular, donde me espera Abencio, mi 50%, que al grito de “dónde está lo más bonito´” me hace llegar muy emocionada. Me comenta cómo es el tramo final que me espera: el que habíamos hecho juntos, el antiguo camino de Ronda, cuando estábamos probando los bastones nuevos.
Al saber lo que me esperaba y que era territorio conocido me animé mucho porque ya “olía a meta”. En esa subida nos juntamos con Chema Báguena, cientounero también, y llegamos los tres ayudándonos unos a otros. Cuando a Julia le molestaban las ampollas (que se le iban explotando con la marcha), tirábamos Chema y yo…. Cuando yo me asfixiaba, eran Julia y Chema los que iban por delante. Cuando Chema se paraba porque no podía, le arengábamos nosotras para que siguiera. 

 Y así llegamos los tres, entramos en meta corriendo, como está “mandao”, 








y mi pañoleta del Proyecto 101 conmigo, por mi hermano Dani Diaz y su lucha personal.




Y como dice Azucena, “ya estamos en paz” Julia. Muchas gracias por ser mi compañera en esta prueba, por disfrutarla conmigo y espero que el año que viene volvamos a coincidir y de nuevo rebajes/rebajemos nuestras marcas personales.



Mención especial tengo que hacer a los de A toda pastilla: qué cracks!!! Un placer veros de nuevo. Un placer hacerme fotos con vosotros. Un placer reirme con vuestras ocurrencias. Un placer recibir los ánimos del comandante y de la capitana. Y siempre será un placer compartir con vosotros pruebas porque tenéis un espíritu que espero nunca perdáis. 

Gracias comandante. 

                                         Gracias capitana. 

Gracias a toda la tropa a la que sigo virtualmente. No cambiéis nunca. 









domingo, 12 de octubre de 2014

Septiembre 2014. IV Media Maratón Valdigüelo.

Desde que tengo uso de razón he oído hablar de esta media como una de las mejores organizadas, con más cariño y dedicación por su organizador, ese crack de Paco Modesto, Hello-Kitty.

Así que tenía claro que en cuanto me viese preparada la haría y tomaría parte en ella. Mi único hándicap era que tiene lugar en septiembre, mes prohibido para mí en temas deportivos porque estoy centrada (¿) en los horarios del instituto….. Pero por un azar del destino,  y una peaso de jefa que tengo que es un hacha haciendo horarios y exprimiendo el programa y el ordenador,  me encuentro con la sorpresa que puedo participar.

Siguiente dificultad: ¿quedarán dorsales? Curiosamente sí, quedaban dorsales y en menos que canta un gallo ya estoy inscrita. Genial!!! Y además voy a coincidir con mi hermano!!! Eso me hacía más ilusión que todo lo demás.
Siguiente dificultad: estoy en plena lucha con una macrocitosis y unas pérdidas de hierro súbitas que me dejan como coche sin gasolina…. ¿cómo me la planteo? Y ahí aparece una criatura que de verdad es para ponerle un monumento. Charleta whatsapera con Chari Casín y me dice que sin problema, que al lío, que ella estará allí por si me vengo abajo y no puedo más avisar para que me recojan.

Entonces mi 50% hace de las suyas y me dice que no me preocupe del alojamiento que él se encarga. ¿Qué habrá pensado? me dijo yo para mis adentros.

Con todos estos preparativos, hago el petate y vamos que nos vamos para Zafra, lugar donde iba a pasar la noche previa. Y descubro que el alojamiento sorpresa es una maravillosa casa romana, alucinante, sobre la que se había construido una casona ahora dedicada a hotel. Una pasada!! Una pretoriana durmiendo en una casa romana. ¿Qué más se podía pedir?

De Zafra qué decir? Una gran ciudad con un centro monumental muy agradable de pasear. Me pateo todo el centro (entrenamiento activo que diría El Lobo) y degusto productos típicos. Siempre cuidando que sean alimentos que ayuden a fijar el hierro.

A la mañana siguiente recogida de dorsal y subidón subidón: toda la familia jartible allí, encantadores y cariñosos como siempre, mis hermanos pretorianos acudiendo a la llamada, los niños del barrio, una pasada de equipo-familia, las niñas de las colinas, ese grupito de chicas que nos hemos juntado gracias a las colinas de tartessos y a Chari Casín que nos reúne a todas, ese peaso de marido-corredor lesionado- fotógrafo que es Nando,  y muchas caras conocidas de vernos por estas locuras del campo.

Y empezamos la carrera. Cometí el fallo de no preguntar cómo iban a ser los avituallamientos y supuse que habría algo de comer. Pues no!!! Sólo líquido, que está muy bien para las liebres y galgos que corren en plan minimalismo, pero que a mí, que soy trotona, pretotortuguita, no me va tan bien y claro, en el kilómetro 15 vino la bajada. El hierro se fue al terminar de subir el Valdigüelo y a partir de ahí, aunque tenía claro que ya iba descontando y que cada vez la meta estaba más cerca, los kilómetros parecían ser más largos que los primeros.

Entonces apareció la jefa, Chari Casín. Bajó su ritmo, se puso al mío, y a charlar. Y cómo habla la tía!!! Tiene conversación pá tó. Y así, oyéndole, fui andando-corriendo hacia la meta…. Encima la caló apretó pero ya no había vuelta atrás. O terminaba o terminaba. Además…. un pretoriano nunca se quejará…..

En el último avituallamiento me encuentro con SherFran, ese niño que hizo el camino del Rocío una noche de luna llena de verano conmigo y mi tropa de locos por la luna llena y el camino del Rocío. En cuanto me vio se lamentó de no haberme visto porque había traído uno de sus maravillosos bocadillos de jamón con los que nos sorprendió en la segunda vuelta de las Millas Emeritenses de este año. Pero bueno… ya sólo quedaba una cuestecita y llegar a meta.
Sobreviví, no sé cómo, bueno sí lo sé, con la charla de Chari, y llegué a meta. 




Allí nos salió al encuentro la representación colinera y todas de la mano entramos en meta echando el resto.



En cuanto pasé el arco de meta me eché a un lado porque no tenía claro si iba a dejar el estómago vacío o lo poco que tenía dentro se iba a quedar allí. cosa que asustó bastante a mi 50%, que el pobre no gana para sustos.

Luego llegó el momento entrega de trofeos. Genial, simplemente genial, e irrepetible. Qué despliegue de trofeos, detalles y momentos simpáticos y divertidos.




Con la entrega de trofeos recogí el campamento y de vuelta para casa, que yo no andaba todavía muy bien del todo y había que recuperarse.






 

 
 









Tengo que dar las gracias a Paco Modesto por organizarla, a mi hermano Jose Luis por insistir en que participara y no me la perdiera, a mi 50% por estar ahí a pesar de que ahora no corre y apoyarme en todas las locuras mías, aunque intenta meterme algo de sensatez en la cabeza y no deja de intentarlo, a Nando por cuidar tan bien de Chari, a las niñas de las colinas por ayudarme en los entrenos y a Chari Casín, por ser, por estar y por no cambiar. GRACIAS!!!!!

viernes, 15 de agosto de 2014

I BREÑA TRAIL MOON BARBATE….. donde tan felices fuimos.


Cuando nos inscribimos en esta prueba la idea era probar los pies de H+QNC que lleva un año y medio padeciendo dolores debido a su metatarsalgia y, ahora, recientemente, se le ha sumado una falsa gota para complicar un poco más el tema. De ahí que nos apuntásemos en modalidad marchadores y no modalidad corredores.





Pero unos días antes de la prueba, una noticia nos sacudió el alma. H+QNC miraba el ordenador atónito, leyendo los comentario sin poder asimilar la noticia.


Cristina, la Viuda Negra, decía:

“La Breña…. Si desde hace años ya era un sitio especial para mí, desde hoy lo es aún más. Después de varios meses sin pisarla, hoy todo cuadra para patearla. Nada nos echaba atrás hoy, ni la calor, ni la playa al lado. Todo nos llevaba a ella…. claro, no quería estar ella sola, no quería pasar el mal rato sin alguien que la comprendiera…. Y es que la Breña hoy está de luto. Perdía a uno de sus más queridos hijos, parte de su corazón, morador de sus entrañas….


Y es que se nos ha ido Richard. Y todos los que le tuvimos el placer y la suerte de ser su amigo, conocerlo, compartir kilómetros…. todos estamos hoy como su querida Breña: vacíos y tristes, incrédulos, dolidos….
Allá donde estés, que sepas que la Breña nunca vlverá a ser la misma, que te echaremos de menos y que siempre estarás en el corazón. No he conocido a nadie tan valiente y luchador como tú. Cuídate y sigue pateando las sendas, dunas y montañas del cielo.”


Y Jose Manuel, Cai-man, por su parte, decía:

“Hoy encontré un recuerdo.
Por pura desgracia o por pura “putada”… hoy encontré el recuerdo de un hermano. Este recuerdo nunca debería haberse producido, o, por lo menos, no tan pronto. Una persona que pasó de ser para mí un conocido, pasó a ser amigo, para más tarde considerarle como un hermano.
Esa persona llamada Ricardo o Richard o El León de La Breña…. nos ha dejado. Hoy tuve la desgracia de despedir a un gran amigo, un hermano, el cual no deja un vacío para nadie, sino que deja una montaña de compañerismo, solidaridad y amistad… pero sobre todo de vitalidad.
Tus subidas por el “Suribachi”: primera vez que te conocí. Tu entrada en meta de la “Inferno Trail”: no dábamos crédito Regli y yo. Tus muestras de apoyo en las carreras, con la máquina a cuestas para poder respirar…. impresionante.
Hoy, por lo menos, los que te apreciamos no vemos tu muerte. Todo lo contrario… Richard. He perdido a un hermano, pero he recuperado un recuerdo que nunca olvidaré”.



Leer las palabras que te dedican tus hermanos susmurais y todo aquel que compartió contigo momentos, Ricardo, engrandecían tu nombre y hacían que pensase que no desaparecerás del todo porque seguirás en sus corazones.... Este fin de semana iba a visitar tu reino y estoy segura que cada paso que se dé por cada uno de tus hermanos será dedicado a tí..... espero que los gestos de cariño que deben estar llegándole a tu familia les reconforte y haga que se sientan acompañados en el dolor.... sabiendo de ti sigo aprendiendo a ser mejor persona....

 Y con este tremendo bagaje sentimental nos plantamos en Barbate dispuestos a patearnos las arenas breñeras. Ya es territorio conocido porque es un lugar recurrente al que suelo/solemos volver. Las estancias en el Palomar de La Breña son sinónimo de paz, tranquilidad y reencuentro con uno mismo, amén de pateos constantes e incesantes por la cantidad de buenos y bien señalizados senderos que hay en el Parque Natural.

Previamente habíamos cerveceado ligeramente con Picadrilo como primera toma de contacto, y nos habíamos homenajeado con el magnífico atún de El Canuto. Y ahí estamos en la zona de salida (y posterior meta) saludando con gesto cómplice a todos los que estábamos por estar inscritos y a los que pasaban por allí para el sentido homenaje, leído por Julio Becerra, que supo reflejar en sus palabras lo que todos sentíamos.

Enfoqué la prueba por y para H+QNC…. yo sólo disfrutaba de la luna llena, que lucía con sus mejores galas, de los ausentes mosquitos, que decidieron darse un respiro y no molestar demasiado, y del andar ligero y vivo de H+QNC a pesar del suelo irregular y del ritmito que le imprimimos a la marcha…. forzando un poquito para no eternizarnos en mi línea “intensa” habitual que ya forma parte de mi encanto.
Cuando nos encaminamos hacia el acantilado, nos desviaron a la derecha por una subida angosta y tremendamente divertida. Ahí ya se formó la línea de a uno y empezaron a formarse los grupos acorde a los ritmos. Nosotros llevábamos de referencia al equipo susmurai que siempre iba por delante y del que nunca perdimos el contacto visual, excepto un par de kilómetros antes de meta.


El recorrido mágico: no se podía pedir más. Noche clara, luna llena, el acantilado impresionante, el mar en calma, se distinguían las luces de Barbate, Caños, Vejer, Conil e incluso Africa resplandecía en la línea del horizonte. Era una experiencia difícil de plasmar con palabras porque hay que vivirlo. Estoy segura que si puedo repetiré el año que viene porque es una marcha que intentaré no se salga nunca de mi calendario.


Durante toda la marcha, H+QNC aguantó el ritmo. Sufría algo con el suelo inestable, cuando los apoyos no se hacen en condiciones y vas cargando más un pie que otro, pero aguantó. Empezar a bajar el acantilado y ver Barbate esperándote toda iluminada era una motivación más para imprimir un ritmo vivo a la marcha.
Es de agradecer la cantidad de gente que había, tanto en la salida, como en la llegada, animando a todos los participantes. Divertida la obsesión de la niñería en pedirnos las luces frías para usarlas como pulseras. A lo largo de la playa, el último kilómetro, te las pedían una y otra vez. Y por fín la meta.
Llevábamos nuestro banderín del Proyecto 101 kilómetros contra el cáncer que nos dio Vanesa, la hermana de Dani. Y con él entramos en meta junto con otro grupito de marchadores.

Sabíamos que los susmurais se iba a reunir tras la prueba para homenajear a Ricardo, pero pensamos que era un acto entre hermanos y además los pies de H+QNC podrían empezar a protestar. Eso unido a que nos faltaba la carretera para volver al Palomar hizo que nos volviéramos para descansar sin más hidratación que una jarrita en El Rajamanta como despedida de Barbate.



Además al día siguiente habría otro pateo: otros 13 kilómetros, pero esta vez desde el Palomar de la Breña hasta el Suribachi y vuelta como nuestro particular homenaje a Ricardo. Iba a ser un recorrido por el interior de su reino, a trochamonte, como seguro que a él le gustaba recorrer su territorio.
Así que a descansar y a reponerse y a alegrarse de que, al menos, ese día las molestias no le habían impedido a H+QNC hacer un entreno bueno, un buen entreno que diría nuestro Pablo Wilson ;)


Pero no podría terminar esta crónica sin las palabras del magnífico narrador de leyendas…. H+QNC, y aquí va una de sus últimas leyendas por él narradas.
  
UNA LEYENDA SUS MURAIS (una más)

Cuenta la leyenda, que a la vuelta de la noble Ronda, ciudad ésta que vio nacer a Los Ultimos Sus murais, a donde el honorable H+QNC no kami Valencina, a pesar de su avanzada edad, se había desplazado para recoger su nueva haori de manos del mismísimo Tigosa San, que lo acreditaba como perteneciente al grupo de los más nobles Sus murais; tardó unos días en volver al campo de batalla, pero este humilde cronista puede dar fe de que el día de su vuelta fue glorioso.

Ese día el honorable H+QNC, que junto al Shogun Iza, compartían entrenamientos con el aspirante a teakiyari Andrés, lucía con orgullo su nueva haori y Andrés quedó deslumbrado al verla.
Éste al ver lo bello del yelmo y los colores de su patria, preguntó que había que hacer para portar tan bella tōsei gusoku.
Ante la pregunta, mi señor no pudo por menos que hablarle de la batalla que libraron contra los elementos el año anterior, le habló del noble Tigosa San, le habló del noble Buda, y fue relatándole uno a uno, cuantos detalles adornaban el haori, sin olvidar el más importante el de Andex, y como no, la frase que lucía con orgullo en la espalda: Orewa Yaru.

El nuevo aspirante a teakiyari no pudo aguardar más tiempo, y expresó su deseo de pedir tan noble prenda, a lo que mi maestro le respondió: 
Así sea, si ese es tu deseo, pero recuerda que más importante que ser un gran bushi, es que no olvidemos que nosotros hemos nacido para ser saburai, y si algún día no demuestras el honor que te confiamos, o faltas a la palabra dada, yo mismo seré tu kaishaku, cuando por vergüenza te veas obligado a hacerte el seppuku.

Después de esto, se produjo un profundo silencio, pero estoy seguro que en esos momentos por la cabeza de mi maestro, pasaban imágenes de Cio-Cio-San, de Yonyuugo, La Veterana, y de tantos y tantos otros, mientras en silencio Andrés poco a poco, se iba dando cuenta de la enorme responsabilidad que había caído sobre sus hombros, y mientras su semblante me pareció serio, yo juraría que mi maestro lo miraba de reojo y sonreía.

“Susurran los sabios una antigua leyenda que dice que, cuando la luna llena acierta a brillar sobre los campos cubiertos de escarcha en el silencio invernal, se despierta el hada de la luna y baja con sigilo a bailar sobre las aguas más mágicas de la tierra. Busca sin cesar a los niños, confiando en poder arrebatarles el alma en un santiamén, llevándoselos consigo, en su largo viaje de regreso. Desde la lejanía oye el cascabeleo de las risas jubilosas y se abalanza como un trueno hacia su presa, revoloteando a la espera de encontrar nuevos amigos, pero el tiempo es cruel con ella y, antes de que llegue a la lejana costa, los niños se encuentran ya seguros y acostados en sus casas cuando el distante fulgor rojo del sol matinal horada las sombras de la noche, expulsando al hada de la luna, que retorna a su reino prometiendo regresar de nuevo.”


(Moonwater – Himekami)