IV MADRID SEGOVIA,
21-22 septiembre 2013
Tras salir tocada moralmente de Ronda, y después de animarme mucho
Antonio Mayoral, me decido por apuntarme a esta prueba con la idea de quitarme
la espinita del abandono en Ronda. Sé que era un problema entrenar en verano
pero me animé y me lié la manta a la cabeza.
En junio fue la marcha pretoriana de Tomares a El Rocío por el cordel
de Villamanrique, que, junto con las 7 Playas del fin de semana anterior, me
dejaron la pierna izquierda un poco inútil (me niego a aprenderme los nombres
de los sitios donde me duele): me tocaba allí donde parece que van los
abductores pero que no son los abductores, ea ya está. Pues ese dolor me tuvo
todo julio parada y parte de agosto, así que esos dos meses me dediqué a andar,
andar y luego a andar. Fui a Lisboa y me anduve toda Lisboa y me hice la media
maratón a Belem andando. Fui a Londres y Liverpool y lo que menos utilicé fue
el transporte público. Todo a patita. Y ése fue mi entreno (no muy adecuado lo
sé, pero era lo que podía hacer). Ya a
finales de agosto pude empezar a correr y alternaba trote cientounero con andar
a ritmo cientounero también y me encomendé a todos los dioses Lares que por eso
de ser pretoriana los veía más cercanos que a los ángeles y demás vírgenes.
El viaje en el AVE de ida a Madrid me lo paso en el coche cafetería donde
me encuentro con Perico, el fotógrafo oficial de los Pretorianos de Tomares, y
echo el resto del viaje comentando Ronda con un grupo de Bomberos de Sevilla
que iba a Madrid para otra prueba, por San Lorenzo del Escorial.
Y así me planto en Madrid
comidita por los nervios y tras el primer atracón de ordenador por motivos de
trabajo (sesiones de 12 horas ante la pantalla). Para añadirle más diversión a
la prueba, la noche anterior me desvelo y desde las 3 de la mañana estoy velando
armas.
Objetivos de la prueba: terminar con ganas de más y no pensar durante
la prueba en lo que quedaba por delante sino en lo que ya llevaba hecho.
Con la mente puesta en esos dos objetivos empieza a amanecer en la
plaza Castilla donde nos reunimos los Pretorianos
participantes y saludamos a amigos y conocidos.
Fresquito mañanero que termina de despertarme y la alegría de
encontrarme con Sol, la más veterana, que ha estado mandándome ánimos vía
Facebook para la prueba y comentándome los tramos y los entrenos que iba
haciendo. Vuelvo a coincidir con Anna, que tiene el don de la ubicuidad (igual
está dando dorsales que la ves en la salida como en la llegada, cuando me la
encontré junto al acueducto encantada de verme terminar).
Nos hacemos fotos de grupo
y con compañeros de batalla de Ronda (er musasho que siempre lleva la
bandera de la Legión encima), de Mérida (don Manuel Coronado que va a conseguir
que su niña se dedique al ajedrez porque mira que iniciarse en las tres cifras
en esta pedazo de prueba…. jejejejejejejeje) y caras conocidas de los
Correcaminos entre otros clubes.
8:00. Con puntualidad británica dan la salida y empezamos andando para
ir calentando hacia Fuencarral. Un puntazo de la organización darte el
recorrido dentro de la bolsa del corredor separado por etapas. Eso te hacía ir
viendo con objetivos cortos el recorrido ya que venía en tramos de no más de 15
kms. Por ejemplo este primero: Plaza Castilla-Fuencarral 4 kms. Me tomo la
barrita estupenda de Keepgoing para empezar la prueba que te da subidón y te
notas con el estómago lleno pero no pesado. Llegando a Fuencarral ya voy viendo
la próxima etapa: Fuencarral – Tres Cantos (12 kms). Consulto la tarjetita
elaborada por mi magnífica Sandra y ya me anuncia que no hay sombra y que esta
etapa termina con repechos cortos y fuertes. Afortunadamente no ha salido el
sol, sigue nublado y aprovechamos para correr lo más que se pueda.
La idea es correr en llano y cuesta abajo y andar rapidito cuando
piquemos para arriba. Al llegar al primer control, el de Tres Cantos, veo que
ya voy 2 horas por delante de los cierres de control y me propongo mantenerlo
en la medida de lo posible.
Sin parar afronto el siguiente tramo: Tres Cantos-Colmenar Viejo,
12kms. Ya llevo 12 kms en el cuerpo y hay
que tomarse otra barrita de keepgoing para que no me pase como en Mérida, que
se me cerró el estómago y luego no tenía manera de tirar de mí. Me encuentro
genial, con buenas sensaciones y con las piernas fuertes, así que sigo
corriendo lo más posible. Según la super
útil chuleta de Sandra, ahora nos tocaba bajada molesta (término bastante suave
para la pechá de piedras sueltas que nos encontramos, pobres peregrinos del
camino de Santiago que al fin y al cabo nosotros esto lo hacemos por afición y
ellos por devoción no?).
Cuando llegamos al arroyo salió el sol y con él vino
toda la caló que caía a plomo sobre nuestras espaldas. ¡Qué manera de hacer
calor! Sentía el sol en todas partes y ahí empecé la subida a Colmenar: 5 kms
de preciosa subida vamos que nos vamos sin parar.
Cuando llegamos a Colmenar seguimos con las 2 horas por delante y eso
hace que nos animemos un montón. La sandía de Colmenar la más rica del mundo y
allí me llamó mucho la atención lo conocido que es el nombre de los Pretorianos
en las pruebas.
La gente se me acercaba para hacerse fotos con nosotros porque éramos
Pretorianos!!!! Yo alucinaba en colores porque no era consciente ni de la
coraza que llevaba puesta y que estaba estrenando, por cierto. Tenía tan
grabado mi objetivo de terminar, y con ganas de más, y de llegar a Segovia con
mi compañero sin plantearme/nos el abandono que hasta me había olvidado de la
coraza!!!!. Pues eso, que me llamó la atención el cariño de la gente que te
adelantaba a la voz de ¡Ánimo Pretoriana! y de la que quería hacerse fotos
contigo. Como diría Havié…. “como escarpias se me ponían los vellos”.
Llevaba el móvil en modo avión para no quedarme sin batería y lo abría
en los avituallamientos para ir informando al grupo de cómo íbamos y saber cómo
andaba el resto. Ya alucinaba con Emilio y Bombe, y la magnífica Blandine, que
le llevaban por esos terrenos tan exigentes, y no había visto aún lo más
“divertido”. También sabía que los mellizos, Mayoral y Pepe, iban por delante, Pepe ya un poco
tocado pero esperaba que lo superase, y que mi magnífica Sandra, que también se
había preparado la prueba iba fuerte y
lanzada como una moto. Me imaginaba a Mayoral deseando echarse a volar
jajajajajajajaja acompañando a su gemelo y a los ojos más bonitos de los
Pretorianos. Pensaba que Sandra estaría orgullosa porque no iba pensando en lo
que faltaba sino disfrutando de lo que iba haciendo y consiguiendo. Y así me
planté en el camino hacia la siguiente etapa: Colmenar Viejo – Manzanares el
Real (15 kms).
Nuevo vistazo a la chuleta de Sandra y prepararse psicológicamente
para las subidas y bajadas con piedras, y cuando dicen piedras son
muuuuchhaaaassss piedras. De nuevo pensaba en Emilio y si él podía pasar por
ahí con sus guías no iba yo a amargarle el camino a mi compañero quejándome de
las piedras. Así que a marcar ritmo cientounero, otra barrita de keepgoing, agua
p’al cuerpo y vamos que nos vamos a Manzanares.
Llegamos al control del puente medieval con el margen de 2 horas del
principio, cosa que me encantó,
y allí coincidimos con más invidentes, algunos me sonaban de Mérida, y
desde luego que es de admirar el tesón del personal. Los voluntarios que
estaban a cargo del avituallamiento nos insistieron en el agua porque nos
esperaba un tramo muy duro, sin sombra, y con el sol encima y dando fuerte.
Super amables los voluntarios. Ya empezábamos a conocerlos porque algunos
parecían que tenían gemelos o que volaban y te los encontrabas por todas
partes.
Y así enfilamos para Manzanares. La llegada, bajando al pantano,
espectacular. Deseando llegar al avituallamiento y a la fuente para
refrescarnos y repostar.
En Manzanares te ofrecían unos macarrones que había que tener mucha
hambre para comérselos jajajajajaja, así que seguía con mis barritas de
keepgoing para no desfallecer. Cuando pasábamos por algún bar sí que
intentábamos parar para una cervecita y una tapita, que no había que perder las
buenas costumbres y seguíamos con tiempo de margen. Además no hay nada como ir
a los servicios, que las chicas lo tenemos un poco más complicado que ellos a
la hora de ir al baño en el campo no?
Conexión con el mundo real y me entero que Bandolero se ha puesto “mu
malito”. Se me cae el alma a los pies. Intento contactar con él para que siga
con nosotros que llevamos un ritmo menos exigente y llevarle así a Segovia,
pero Dani Calle me cuenta que está mu malito y que no sigue. Aprovecho para oir
las llamadas de mis hermanos pretorianos que agradezco tanto. Nunca había
pensado yo que podía vivir aventuras como ésta en primera persona y la estaba
disfrutando muchísimo. Y los mensajes de ánimos de los “pretos” eran gritos que
me empujaban y animaban a seguir a buen ritmo.
Tramo V: Manzanares – Mataelpino, 8 kms. Pero qué 8 kilómetros!!! A
pleno sol, sin sombra alguna que te cobije. Como decía la chuleta de Sandra,
suelo duro y compacto pero al lado había una zona de arboleda vallada con gente
haciendo barbacoas y te preguntabas …. ¿por qué no podremos pasar por allí
nosotros en lugar de por esta pista po dioooo?. Al final una subida “bonita” y
llegamos a Mataelpino, el mejor avituallamiento de todos. Ambientazo
impresionante y eran las 5 de la tarde. La música, los aplausos, la sandía, las
sonrisas y enhorabuenas de los voluntarios y…. el bar jejejejejejeje. Parada de
15 minutos para estirar un poco e hidratarse en condiciones y vamos que nos
vamos para La Barranca.
Tramo VI: Mataelpino – Navacerrada, 5 kms de repechos im-pre-sio-nan-tes. Nunca podría
yo haber imaginado que podía ir tan bien en un perfil exigente. Estaba
alucinada conmigo misma. Seguía disfrutando del recorrido, sin pensar en lo que
quedaba por delante sino muy animada con lo que llevaba encima ya y sin
molestias alguna. Y así me planto en Navacerrada sin casi pensarlo y riéndome
aún de las caras del personal cuando se enteraba que nos plantábamos en Segovia
andando y corriendo sin parar a dormir jejejejejeje.
Tramo VII: Navacerrada – Cercedilla, 9 kms. Y el objetivo de llegar a
Cercedilla antes de que anocheciera por meter algo de presión y seguir
manteniendo las 2 horas de margen. Eran
pocos kilómetros pero durillos, y además ya se iba notando el día que
llevábamos encima, pero empezó a bajar la temperatura y se agradecía. Así que
volvimos a alternar andar y correr (lo cual en mí era impensable hace tiempo a
estas alturas de cualquier prueba). Nuevo subidón al verme tan bien y marco
ritmo rapidito que luego por la noche no se iba a poder andar tan rápido y de
correr ni hablamos jejejejejeje.
Tramo VIII: Cercedilla – Fuenfría, 15 kms. Si Ronda empieza en
Setenil, la Madrid-Segovia empieza en Cercedilla. Ya es noche cerrada, ha bajado la
temperatura, pero los ánimos siguen bien. Aguantamos las bromas de los
lugareños de Cercedilla sobre nuestra afición a andar y correr, salimos andando
rápido camino de la Fuenfría. Una lástima que la noche no nos deje disfrutar de
la arboleda por la que vamos pasando pero las vistas de Madrid iluminada son
una pasada. Seguimos andando a buen ritmo y voy notando que me están saliendo
ampollas entre los dedos pero con la caló que ha hecho y el pateo que ya llevo
encima es lo normal, así que ni una palabra y p’alante. Nos plantamos en el
Alto de la Fuenfría soñando con algo caliente pero nuestro gozo en un pozo. El
caldo no me atrevo a probarlo y el café se ha terminado. Ahí empiezo a acusar
la falta de sueño y hay momentos en que ando dormida y pierdo un poco el rumbo con
lo cual preocupo a mi compañero que ve que me aproximo demasiado al filo del
camino jejejejejeje. Así que prepara los bastones para llevarme y me agarro a
ellos para seguir andando a pesar del sueño.
Con esto, el ritmo baja un poco pero seguimos manteniendo más de 1 hr de
margen por delante de los cortes, así que vamos bien.
Tramo IX: Fuenfría – Cruz de la Gallega, 11 kms. Como no he podido
tomar café en el avituallamiento ni tampoco hay Coca Cola ni nada que me anime,
sigo agarrada a los bastones, pero no desfallezco. Aprovecho el avituallamiento
para echarme agua en la cara y despejarme y así no obligar a mi compañero a
llevarme y tirar de mí. Además hay pocos kilómetros para el siguiente
avituallamiento y los voluntarios me aseguran que allí hay café de sobra y no
va a haber problemas de suministro. Entre una cosa y otra me despierto y retomo
el ritmito que llevábamos antes y subimos para la Cruz de la Gallega.
Llegamos y quedaba café, poco pero quedaba. Así que me tomo café y
coca cola y me termino de despertar.
Además recuerdo el pañito que llevo en la mochila para dedicarle mi
entrada en Segovia a Polo y de retirada ni hablamos. Hay que terminar como sea,
independientemente del frío, los pies, las ampollas, las piedras y llo que nos
echen por delante, jajajajaja. Así que cambiamos pilas de frontales y salimos
muy animados para encarar el Tramo X Cruz de la Gallega-Segovia., 11 kms.
Es todo bajada pero con piedras y todo bajada. No me atrevo a correr
porque se me han ido estallando las ampollas antes de llegar a la Cruz de la
Gallega pero sí que sigo andando y a ritmo fuerte porque quiero llegar a
Segovia antes de que amanezca. La bajada se me hace eterna pero no pienso en
ello (Sandra sí, me acordé de no pensar en lo que faltaba) y marco un ritmo
tela de bueno, tipo Angel-ito, para
llegar a Segovia.
Por fin termino de bajar y ahora a llanear para llegar a Segovia que
me recuerda a Mérida. Cuando estábamos llegando, Scheilor me enseñaba las
cabezas del fondo y me decía “¿Ves el fondo? Ahí tienes que llegar para entrar
en Mérida”. Pues aquí lo mismo pero viendo luces rojas en el horizonte. Era un
sube y baja que por fin te lleva a Segovia. Y llega el momento recorrido
turístico por la ciudad para llegar al acueducto.
Y llegamos!!!!!
Y como broche final última subidita para el autobús de vuelta a
Madrid. Sigue el acueducto hasta el final y allí te encuentras el polideportivo
con tu mochila y el autobús. Ni ducha ni ná. P’al autobús y vamos que nos vamos
a Madrid para recoger el hatillo y volver a casa.
¿Qué me llevo de la Madrid – Segovia en el corazón? La satisfacción de
llegar a meta con mi compañero (que llevaba una racha de abandonos que quería
romper); el orgullo de pertenecer a un club formado por grandes compañeros; la
lección de aprender a tomar decisiones difíciles y dolorosas pero sensatas
(Pepe), la lección de acompañar a personas con una minusvalía (Emilio)
supliendo sus carencias (Bombe, Mayoral, y Blandine) y la lección de superar
todo tipo de dificultades físicas y mentales y llegar a meta tras duros
entrenos (Sandra) y por último la lección de estar ahí apoyando en la distancia
(todos mis pretorianos que me llamasteis y me enviasteis sms de apoyo y ánimo
antes, Polo ay mi Polo, durante y después). Hoy sigo en la nube de subidón por
haberla terminado y feliz, muy feliz, por haber estrenado la coraza en la
prueba de Anna y deseando prepararme bien para próximos retos.
Gracias a tod@s los que estáis ahí dándome la mano para seguir
avanzando y gracias a mi compañero y 50% por entrenar conmigo, tirar de mí
cuando yo me dormía y dejarme marcar el ritmo que me pedía el cuerpo sin
protestar, corriendo cuando yo quería, aunque no tuviese muchas ganas, y
andando rápido y sin parar mucho.